Cuando Paul Simon y Art Garfunkel a mediados de los 60 editaron su The Sound of Silence, abrieron la espita por donde a borbotones manó la paradoja del sonido del silencio. En incontables ocasiones a lo largo de todos estos años ha seguido sonando tanto la melodía como el mensaje. Sólo mirando a nuestro alrededor podemos percatarnos de todo aquello que es innecesario decir, la inherencia de lo pertinente, la abrumadora sensatez de la obviedad. No siempre las palabras son necesarias, tampoco tienen por qué ser tangibles ni concretas. Lo etéreo, lo trascendente, todo lo que queda fuera de las coordenadas vitales es lo que realmente nos llena con su contingencia compartida. El sonido del silencio, los sonidos de los silencios. No todo debe por qué descender al mundo de la concreción. Decimos más cuando no decimos que cuando lo hacemos. Cuando los oídos nos zumban a causa de la ausencia de sones, ahí empezamos nosotros, ahí se inicia nuestro ensimismamiento, ahí mismo abrimos a espuertas las puertas al mundo. Y el mundo nos acoge, y nos sentimos como el granito de arena que forma parte de la enorme pangea humana. Conservemos el silencio hasta que los oídos nos estallen del placer de ser humanos. Y, evidentemente, de compartirlo.
Eso es cierto.Una gran verdad. Pero no hay nada como la música para embellecer el alma y hacernos sentir mejor. Te invito a escuchar unas grabaciones del Tata que son un tesoro nacional. Un abrazo.
6 comentarios:
Y la soledad...No olvidemos nunca la soledad...
MIS PENSAMIWNTOS. MERCE CARDONA.
Dice. Hermosa fotografía para plasmar tus palabras,
NO HAY NADA COMO EL SILENCIO PARA UBICAR LA NADA.
Me imagine, sentada frente al lago y me encontre llena de silencio y de paz.
Besosoooooooooooooooooooo
La nada es nada.
Y el silencio puede ubicarse la nada. Pero también puede estar lleno de toda riqueza e intensidad de vida.
Cuando Paul Simon y Art Garfunkel a mediados de los 60 editaron su The Sound of Silence, abrieron la espita por donde a borbotones manó la paradoja del sonido del silencio. En incontables ocasiones a lo largo de todos estos años ha seguido sonando tanto la melodía como el mensaje. Sólo mirando a nuestro alrededor podemos percatarnos de todo aquello que es innecesario decir, la inherencia de lo pertinente, la abrumadora sensatez de la obviedad. No siempre las palabras son necesarias, tampoco tienen por qué ser tangibles ni concretas. Lo etéreo, lo trascendente, todo lo que queda fuera de las coordenadas vitales es lo que realmente nos llena con su contingencia compartida. El sonido del silencio, los sonidos de los silencios. No todo debe por qué descender al mundo de la concreción. Decimos más cuando no decimos que cuando lo hacemos. Cuando los oídos nos zumban a causa de la ausencia de sones, ahí empezamos nosotros, ahí se inicia nuestro ensimismamiento, ahí mismo abrimos a espuertas las puertas al mundo. Y el mundo nos acoge, y nos sentimos como el granito de arena que forma parte de la enorme pangea humana. Conservemos el silencio hasta que los oídos nos estallen del placer de ser humanos. Y, evidentemente, de compartirlo.
Eso es cierto.Una gran verdad.
Pero no hay nada como la música para embellecer el alma y hacernos sentir mejor.
Te invito a escuchar
unas grabaciones del Tata que son un tesoro nacional. Un abrazo.
No hay nada como el silencio... para casi todo... :)
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